“No dejes que tu sombra te pisotee”. -Gandhi-
A lo largo de la vida nos desarrollamos y crecemos, relacionándonos a través de vínculos. Vínculos que cargan historias y vivencias que nos condicionan y predeterminan nuestro modo de vivir. Y nuestra forma de vivir se transforma en un recrear lo vivenciando. En este transitar nos vamos preguntando por esas sensaciones que solamente cada uno de nosotros puede percibir. El cuerpo nos duele y la vida se transforma en una lucha sin sentido… en una agonía neurótica. Estos conflictos nos hacen pensar que llegamos a esta vida para padecerla. O la adversidad misma de la vida se transforma en una escuela en busca de aprendizajes nuevos. Porque si la vida sería un transcurrir y un transcurrir sin ninguna dolencia, ¿qué aprenderíamos? y ¿cómo sería nuestro movimiento evolutivo? Cómo dijo el psicólogo Carl Jung, “la vida no vivida es una enfermedad de la que se puede morir”.
Crecemos e interactuamos en nuestro mundo sostenidos en dos ejes motivacionales. El primero es el “Pertenecer”, esto significa que portamos un apellido que nos identifica como la familia de origen y que provenimos de un lugar. Nos relacionamos dentro de estructuras que nos identifican, como un espacio laboral en donde cumplimos roles y funciones, e interactuamos con pares en donde establecemos vínculos y compartimos tareas. El pertenecer es la construcción de ese mundo donde nos toca desarrollarnos, donde nos toca interactuar, donde nos toca de alguna manera poder vivir. El segundo eje es el “Ser Reconocidos”, ya que buscamos por todos los medios construir un personaje para poder ser aceptados o elegidos. Estar dentro del juego de los vínculos es todo un desafío y es donde construimos una estructura emocional para poder parecernos e impactar en el otro en su necesidad. Actuamos en un espejo que nos da un sentido de pertenencia al que construimos desde nuestra inteligencia emocional. Nuestro impulso a la vida no nos permite caer en el vacío y en una nada sin sentido, somos resilientes para la búsqueda de una felicidad que tape la angustia de la incertidumbre. Entramos en una razón de vivir dentro de una lógica, para tener un sentido de una estructura que nos permita poder interactuar con un otro en un espejo que me identifique. Dentro de esta trama vincular suceden eventos traumáticos como la violencia, el abuso, la pérdida de un ser querido o un evento catastrófico, que pueden dejar una huella emocional duradera en las personas que han experimentado tipos de traumas que pueden desarrollar síntomas cómo trastornos de ansiedad, depresión, estrés postraumático y otros trastornos emocionales. Los problemas en las relaciones interpersonales como la falta de apoyo social, el aislamiento social, la violencia doméstica, el acoso y otros problemas similares pueden tener un impacto negativo en la salud emocional de las personas. Y esas personas pueden experimentar ansiedad, depresión y otros síntomas emocionales cuando se sienten aisladas o atrapadas en situaciones abusivas.
Cargando todo tipo de vivencia, nos enfrentamos a la vida desde el motor que nos impulsa a seguir desde un desafío infranqueable: la necesidad de ser amados. Porque nacimos desde el amor, porque nos constituimos desde el amor y, de alguna manera, todo el tiempo este es un impulso sostenido por el instinto de vida. Es así como lo erótico juega un papel fundamental. Aunque no hablo de erótico por el mero hecho de la erotización, sino como esa energía que nos une, que nos comunica, que nos da un sentido y un vínculo a lo largo de la vida.
Nuestra inteligencia emocional nos permite desarrollar formas, caretas para escondernos, disfraces que disimulan nuestras dolencias y el cómo vivimos, la manera de cómo actuamos en nuestra realidad cotidiana y el enfrentar nuestro mundo emocional para que los vínculos te alejen del dolor, como incertidumbres y angustias que muchas veces no tienen lógica ni razón, pero las vivimos en lo más profundo de nuestro ser.
Esas vivencias son predeterminantes en nuestras formas y las características de cómo nos vinculamos. Recuerdo una sesión con una paciente que tenía un cuadro de angustia por haber vivido una situación de infidelidad. Ella se preguntaba el porqué de esa situación injusta, si hacía todo lo correcto para que la relación funcionara bien y no dejar lugar posible a un engaño. No podía comprender que su necesidad de fidelidad la encarcelaba en una relación ciega, sorda y muda, y en un altruismo que la alejaba de su sentir.
Otro síntoma particular de nuestras mochilas es el apego en los vínculos por el miedo a ser abandonados, no ser reconocidos, quedar desorientados, quedarnos solo. Las obsesiones por querer tener o poseer son síntomas de vivir una vida sustentada desde el miedo, la angustia y el temor de no poder encontrar ni descubrirme en el sentido propio del Ser, reconociéndome en el Yo Soy. Todas estas mochilas hacen que vivamos perturbado pensamientos recurrentes, algunos negativos y otros en desafíos que utilizamos como motores para enfrentar la vida, tal como lo expresa el psicólogo Rollo May al afirmar que “es un hábito irónico de los humanos correr más rápido cuando han perdido el camino”.
Cuando nos damos cuenta que vivimos una vida vacía, corriendo sin sentido ni rumbo, no tenemos que buscar soluciones mágicas. La resolución del sufrimiento emocional puede requerir tiempo y esfuerzo, y cada persona puede encontrar diferentes estrategias útiles, tales como ayuda profesional o apoyo emocional, que pueden ser una parte importante del proceso de superar cualquier tipo de sufrimiento o pesar.
Los cambios en el estilo de vida, como hacer ejercicio regularmente, seguir una dieta saludable, dormir lo suficiente y reducir el consumo de sustancias tóxicas como el alcohol y el tabaco, pueden mejorar significativamente el bienestar emocional de las personas. Las prácticas de relajación, como la meditación y la respiración profunda, pueden ayudar a reducir el estrés y la ansiedad en las personas. La práctica de mindfulness, que implica prestar atención plena al momento presente sin juzgarlo, también puede ser útil para reducir el sufrimiento emocional.
Aunque el camino liberador, el sacar la mochila que nos aploma y el vivir sin tener que resilienciar las vivencias del pasado comienza cuando la búsqueda está orientada hacia el encuentro de nosotros mismos, de un tiempo que desarrolle la capacidad de autorreconocernos, de reflexionar, para poder analizarnos, estudiarnos y comprendernos dentro de los caminos del análisis y la síntesis que nos permitan encontrar respuestas liberadoras dentro de un sentido propio. Sólo la consciencia sobre mí mismo, ese encuentro con mi verdad infranqueable que la describo como “el sólo yo sé que es”, es el único camino liberador que nos permite salir de la ceguera del yo debo y de la obsesión por el tener. Descubrir quién soy, poder sentir dónde estoy parado, poder descubrir mis verdades, poder soltar mis conflictos y poder soltar mis traumas es mi verdadero camino de liberación.
La consciencia es la capacidad que tenemos todos los Seres humanos para liberarnos de todo tipo de yugo. Nada ni nadie puede dominar al Ser humano porque cada uno de nosotros tiene una consciencia propia que lo hace único y le permite diferenciarse del otro en una identidad infranqueable y en un sentido de libertad único.